Espectáculos Duro relato 

Julieta Prandi:“A mi exmarido lo voy a aplastar como a una cucaracha”

“Él no puso un peso para lo que yo construí. Es todo fruto de mi esfuerzo, porque a mí nadie me regaló nada. Hace 23 años que trabajo, no tengo nada que ocultar y es todo mérito mío”, asegura. Dispuesta a recuperarlo todo, cuenta su agonía y resurrección, cómo fue que perdió el control de su vida y cómo se animó a salir del infierno

Domingo, 29 de Enero de 2023

La historia de los últimos años de Julieta Prandi es escalofriante. Una historia con episodios traumáticos, con la pérdida de su libertad y de todos sus bienes, que necesita justicia y resarcimiento. Revive las anécdotas para visibilizar la lentitud de los tribunales, y los mil y un recursos que presenta su ex marido y que demoran el avance de las causas judiciales. Julieta empezó a trabajar en la tele hace muchos años. La vimos en Poné a Francella, No hay dos sin tres, Zapping, El ojo cítrico, Gracias por venir, entre otros trabajos. Condujo hasta fin de 2022. Es por ahí, el programa de América de la mañana y está haciendo desde hace cuatro años Sarasa por La Cien con mucho éxito. Tiene dos hijos, Mateo y Rocco. Hoy está en pareja con Emanuel Ortega. A principios de 2019 empezó el fin de una etapa oscura y el comienzo de una vida nueva.

— Repasando tu historia, imagino que lo más importante sucedió cuando te fuiste de tu casa, el momento en que volviste a nacer.

— Sí. 14 de febrero del 2019. Fue un momento bisagra en mi vida. Cuando decidí irme de mi casa fue un volver a nacer porque recuperé mi libertad. Recuperar la libertad en una persona es todo. A quien era en ese momento mi marido, en marzo del 2018 le había pedido el divorcio, se negó a dármelo y estuvimos en guerra dentro de mi casa durante un año. Un año de mucha hostilidad, de mucha violencia. Sobre todo económica, porque retuvo mi dinero. Incluso me sacó los documentos, mi celular. Pasé situaciones de película, las viví todas. Entre ellas, las amenazas de muerte. En diciembre de 2018 tomé coraje y presenté mi divorcio de manera unilateral, había conseguido una abogada a escondidas. Todo fue todo muy macabro, me seguía, me llevaba y me traía, me controlaba cada paso. A esa primera entrevista fui con una abogada, que me la había recomendado mi obstetra, imaginate. — ¿Tenés una abogada? dámela. Con la primera que me dieron tuve una entrevista secreta y le dije: necesito que me saques de acá. Él se negó a poner una abogada hasta que pasó la feria, fue por eso que en febrero pude armar un flete para llevar mi ropa e irme. Él me decía: te vas a ir de acá pero sola, sin tus hijos. Yo necesitaba un marco de legalidad y tenía terror, estaba aterrada. Necesitaba irme con mis hijos.

— Te fuiste vos de la casa en la que vivía toda la familia.

— Sí. Un gran error. Cuando me piden consejos siempre digo: no hagan eso. Pidan una exclusión del hogar. Fue el error más grande que cometí a nivel legal porque me hubiese ahorrado muchos trastornos. Tuve que pedir un préstamo a un banco habiendo trabajado 22 años, para poder alquilar un departamento e irme. Me fui de esa manera. Y sin nada, no me pude llevar ni la tele de mi propia casa, que pagué con mi trabajo. Después de un año y medio recién logré que el antiguo juez de mi caso, me diese la atribución del hogar, que es un permiso para vivir en tu propia casa. Que me devuelvan la casa por un año. Se va renovando el permiso hasta que se haga efectiva la división de bienes.

— ¿Pudiste volver a vivir en tu casa?

— Volví a mi casa. En julio del 2020. Un cachito antes de que llegara mi amor a Argentina. Plena pandemia. Encontré mi casa destruida. Vacía, por supuesto. No dejó ni una silla. Todo roto. Hasta la isla de la cocina arrancó. Fue remar, remar y remar porque empecé de cero.

— Contaste que sufriste abusos, amenazas, violencia psicológica. ¿Cuánto tiempo estuviste con él?

— La segunda etapa desde el 2008 hasta el 2019, 11 años. Y previo a eso lo conocí en el 2000 y logré dejarlo en el 2004, 2005, cuando tuve un ataque de pánico. Porque estuvo dos veces en mi vida. Primero un noviazgo muy controlador, desapareció cuando lo dejé y unos años más tarde volvió mostrándome otra cara, una persona mucho más aplomada, cuidador, protector. Porque este tipo de personajes sabe cómo engañar a su víctima. Sabe qué cara tiene que mostrar. Durante un tiempo fue un gran encantador de serpientes, todo el mundo creía que era el hombre más maravilloso de la tierra y que iba a ser el mejor padre del mundo. Yo también lo creí.

— ¿Durante mucho tiempo?

— Mucho tiempo hasta que Mateo nació, sí. Después empecé a ver cosas, pero ya estaba inmersa en una vorágine complicada. Descubrí que era pai umbanda. Tuve todo tipo de amenazas en mi vida. Durante cuatro años no vi a mis padres por ejemplo. No me dejaba ver a mis padres.

— ¿Después de tu primer hijo?

— Sí. Mis padres conocieron a Rocco cuando yo me fui de mi casa. No los quería. Mis papás sí se habían dado cuenta qué clase de persona era y a todo aquel que se diese cuenta, había que apartarlo de mi vida. Mi hermana lo mismo. Todo aquel que no estuviese de acuerdo con cómo él llevaba la vida de Julieta, tenía que ser apartado.

— ¿Lo aceptabas resignada?

— Tenía miedo. Primero me parecía que eran celos de amor. Después me parecía posesivo. Después, mucho control. Y después ya me asfixiaba.

— Vos trabajabas durante toda esa etapa, como siempre, como hiciste toda la vida.

— Toda la vida. Cuando quedé embarazada de Mateo estaba en mi mejor momento laboral, de lunes a sábado estaba haciendo Zapping. Era un momento de mucho trabajo, no tenía realmente tiempo y estaba embarazada. Entonces él, me hizo firmar un poder administrativo para hacerme el favor de cobrar mi sueldo y de manejar mi cuenta. Él entraba a Telefé y cobraba. Entraba a Actores y cobraba. Manejaba mis cuentas. Y así fue como empezó a vaciarme. Lo mismo que pasó cuando no me dejaba manejar.

— ¿Manejar tu auto?¿Por qué?

— Por miedo a que me pase algo. Porque las personas que te quieren controlar siempre hablan desde el “cuidado”. “Ella es tu amiga, pero en realidad envidia lo que tenés”. Siempre hay una vuelta más.

"Cuando nació Rocco en 2015 y me llevó a vivir a Escobar, viví los dos peores años de mi vida. Ya no quería despertar más. Eso fue el infierno en la tierra", reveló Julieta Prandi a María Laura Santillán (Gustavo Gavotti)

"Cuando nació Rocco en 2015 y me llevó a vivir a Escobar, viví los dos peores años de mi vida. Ya no quería despertar más. Eso fue el infierno en la tierra", reveló Julieta Prandi a María Laura Santillán (Gustavo Gavotti)

— ¿Había alguna posibilidad de tener terapia cuando empezabas a escuchar cosas que te hacían ruido?

— No fue la opción que se me ocurrió. Y después ya estaba paralizada. Cuando nació Rocco en 2015 y me llevó a vivir a Escobar, viví los dos peores años de mi vida. Ya no quería despertar más. Eso fue el infierno en la tierra. Eso fue lo que me llevó después de un tiempo a hacer una causa penal. Perdí el control completo de mi vida. Lo único que sabía era pensar de qué manera podía irme de ahí.

— Habías perdido además el poder sobre tus bienes, ¿verdad?

— Sobre mis cosas. No podía manejar. Estaba a 47 kilómetros de Buenos Aires. No veía a mis padres. Mi hermana vive en Chile, mis padres en Pinamar, estaban todos lejos. No tengo más familia. Tenía dos hijos, un bebé que criar y un niño de 4 años que me necesitaba. Pero yo no podía más.

— ¿Cómo era la situación cada vez que querías salir de tu casa?

— Me llevaba y me traía. Me esperaba hasta en la puerta del gimnasio.

— Durante esos dos años escuchaste algunas frases muy agresivas de él hacia vos.

— Muy descalificativas. Trabaja tu autoestima, tu confianza. Yo me fui con la confianza estropeada, arruinada en mil partes. Todavía la estoy trabajando. Porque cuando me fui de ahí no creía ni que me llamara Julieta. Me hizo sentir que no era capaz de nada. Que sin esa persona no vas a poder vivir, no vas a poder trabajar. Que ya nadie te va a querer, que estás grande, que estás vieja. Y cosas mucho más asquerosas. ¿Con quién hablaste? ¿Con quién no hablaste? ¿Qué te pusiste? ¿Qué no te pusiste? Era un control absoluto. Incluso un chiste. Te pongo un ejemplo: en Gracias por venir, Gerardo (Rozín) hacía un comentario, “qué linda está Julieta”, y era un suplicio llegar a mi casa. Salía del canal porque me esperaba en la puerta. Un suplicio.

— Inevitablemente lo tenés que recordar, porque lo llevás a la Justicia.

— Lo llevo a la Justicia porque creo que tiene que haber consecuencias después de arruinarle la vida a una persona. No puede haber tanta impunidad. No se puede perdonar todo. A mí me robó mucho tiempo de vida. Me dañó emocionalmente, psicológicamente, económicamente. Hoy soy madre y padre, mantengo a mis hijos. Si fuese por la Justicia… todavía estoy esperando que le retengan y le ejecuten algo para que me pague la deuda de alimentos. Todavía no paga alimentos. En otro país estaría preso. Más allá de lo que me hizo a mí, que lo va a pagar.

— ¿Recuperaste tus propiedades?

— No. Porque todavía no está hecha la división de bienes, estoy en el proceso con peritos contables que están evaluando todo lo que hice bajo la ley. Se puede ver en papeles mi trabajo y de dónde provenía el dinero para todo. Todo lo que está para dividir es mío.

— Cada vez que leo tu historia sufro imaginando lo que atravesaste, pero hoy tenés que contarlo una y otra vez, y pedir justicia una y otra vez.

— La causa penal la inicié en octubre de 2021. Recién en marzo del 2022 me llamaron para ratificar mi denuncia. En octubre del 2022, mis abogados pidieron que se eleve a juicio. En el medio, me hicieron pericias oficiales. A él se lo citó a declarar, presentó un escrito y se mandó a mudar. Pidieron hacerle pericias, se negó. El fiscal pidió que se eleve a juicio oral. Llegó el juez, volvieron a apelar. Finalmente el juez, el 12 de diciembre del 2022, pidió que se eleve a juicio oral. Nuevamente él tiene otra instancia para apelar. Porque esto es así, la apelación de la apelación de la apelación, ahora está en Cámara. Lo único que espero es que en febrero cuando termine la feria judicial, la Cámara que tiene el caso diga: sí señores, esto se eleva a juicio. Ya lo pidió el fiscal, lo pidió el juez, constató una perito que yo no estoy fabulando. Pero todo es una apelación constante.

— Hay varias cuestiones graves. Abuso, violencia psicológica, apropiación de tus bienes, reclamo por alimentos.

— Un montón. Ya llevo cuatro años.

— ¿Cuáles son los pasos en que la Justicia te benefició?

— Poder entrar a mi casa. Tengo una perimetral por seis meses. Y se pidió la elevación a juicio que todavía no se elevó. La elevación que es una esperanza.

— ¿Por qué solamente por seis meses una perimetral para un abusador?

— No sé, capaz que en seis meses se convierte en una buena persona. Y agradecé, porque a veces las perimetrales son por tres meses. No tengo un botón antipánico y lo pedí. También habíamos pedido por la deuda que tiene y por toda la situación que se le retire el pasaporte, que no pueda salir del país, porque eso también podría suceder. Eso no fue avalado, no fue concedido. Y lo civil es más lento, todo lo que tiene que ver con régimen, cuota alimentaria, los bienes va muy lento.

— Tus hijos no quieren ver más a su papá.

— No. Mateo no lo ve, a pedido de él por supuesto. Desde hace dos años y pico, la última vez los dejó en la vereda de mi casa un día que no correspondía. Como dos bolsas de basura me los dejó. En el medio pasaron un montón de situaciones que no puedo contar, hay un acuerdo de que todo lo que tiene que ver con la intimidad de mis hijos no lo puedo contar.

Cuando la periodista le preguntó cómo contuvo a sus hijos por haber sufrido violencia ,Prandi respondió: "Están con terapia. Está pedido por la Justicia y me hago cargo de que tengan su tratamiento. Hablo mucho con ellos. Pero el dolor es intransferible" (Gustavo Gavotti)

Cuando la periodista le preguntó cómo contuvo a sus hijos por haber sufrido violencia ,Prandi respondió: "Están con terapia. Está pedido por la Justicia y me hago cargo de que tengan su tratamiento. Hablo mucho con ellos. Pero el dolor es intransferible" (Gustavo Gavotti)

— Debe ser muy fuerte para ellos decidir no verlo más.

— Que ellos hayan contado. Tenía 5 y medio cuando contó Rocco y Mateo otro tanto. Cada uno tuvo que contar hechos traumáticos, dolorosos, en el Centro de la Violencia de San Isidro, de la Niñez, de la Infancia. Y ante psicólogos de juzgados. Tuvieron que transitar todo eso y además demostrar que te hicieron mal para que alguien te proteja.

— ¿Cómo contuviste a los chicos que habían atravesado también violencia?

— Están con terapia. Está pedido por la Justicia y por supuesto me hago cargo de que tengan su tratamiento. De todo me hago cargo, también de eso. Hablo mucho con ellos. Pero el dolor es intransferible y lo único que espero es que esta infancia que les tocó, que estoy intentando se construya de una manera mucho más hermosa, no les deje cicatrices imborrables. Espero que esto sea un recuerdo borroso para ellos. Que no les quede tanto.

— Fuiste muy valiente. Irte de tu casa con los dos chicos sin tener absolutamente nada. Ni un peso de lo que ganaste a lo largo de tu vida.

— Cuando me fui y pasaron los meses estaba sin trabajo. Llegué al punto de no tener para comprar remedios. A ese nivel llegué. Amigas, amigos prestándome plata. No me da vergüenza contarlo. Si no hubiese tenido a mis dos hijos y si yo no hubiese sido una persona pública no estaríamos teniendo esta entrevista. Si hubiese estado sola quizás yo me hubiese rendido antes. Pero tenía dos hijos que no podía dejar ahí. Había que salir.

— ¿Cómo están hoy los chicos?

— Felices. En paz. Tienen una familia. Ven a sus abuelos, a su tía que vive en Chile. A Manu, que los adora.

— Manu es Emanuel Ortega. Muchas mujeres pueden aprender de lo que viviste. ¿A qué señales tienen que estar atentas?

— Empieza con un celo controlador muy extraño. Con la ropa. Con las llamadas. He escuchado a muchas mujeres que no las dejaban manejar. Esto permitía tener un radar de control, te llevo, te traigo. Y poder pispear a dónde vas, cómo. El argumento siempre es el cuidado, para que no te pase nada. Y te va aislando. Este es un patrón que todas lo cuentan. Quedan cada vez más alejadas de la familia.

— Y de los amigos.

— De los amigos. Te va sacando todo. Todo lo que está alrededor que te puede avivar lo va alejando. Y todas sufren una agresión verbal que te hace dudar hasta de que sos una persona coherente y que sabés lo que querés. Y que sos una persona hermosa más allá de lo que él te diga. Vos creés lo que te dice en ese momento esa persona. Es una sumisión, es un hostigamiento muy fuerte, que si no lo viviste es muy difícil que de afuera lo puedas entender. Hace un tiempo veíamos con Emanuel el documental, del tenista que contó, Guillermo…

— Pérez Roldán. El maltrato del padre.

— El maltrato del padre. Él creció con esa sumisión, con ese hostigamiento, con ese sometimiento. Para Guillermo el padre medía seis metros y él seguía siendo el niño que le tenía miedo al padre. Nunca se le iba a rebelar, siempre iba a tener miedo. Él tenía miedo, yo lo escuchaba y decía: entiendo su cabeza. Porque si no lo pasás no lo podés entender.

— Va a pasar el tiempo y seguramente te vas a ir acordando de más episodios que están todavía tapados.

— Sí. Y me pasa también con amigas, madres del colegio, colegas de trabajo. Me pasó el otro día con Mariano Peluffo que me dijo: ¿vos te acordás de tal día tal cosa? No lo voy a contar porque él va a ser testigo en mi causa. ¿Te acordás de esto, esto y esto? Tenés razón, le dije, claro, eso fue cuando me robaron los documentos. Gente que vio cosas desde afuera que llamaban la atención.

"Me robó la identidad y enloquecí. Pero enloquecí. Ahí le perdí el miedo, ahí me rebelé, me volví loca. Estuve tres días buscando mis documentos en mi casa sin poder viajar", le contó Julieta Prandi a María Laura Santillán. (Gustavo Gavotti)

"Me robó la identidad y enloquecí. Pero enloquecí. Ahí le perdí el miedo, ahí me rebelé, me volví loca. Estuve tres días buscando mis documentos en mi casa sin poder viajar", le contó Julieta Prandi a María Laura Santillán. (Gustavo Gavotti)

— Robar los documentos es casi un secuestro. ¿Cómo se titula jurídicamente?

— Mi terapeuta dice que es un robo de identidad. Casualmente es cuando yo reaccioné. Fue lo último que me pudo hacer. Me robó la identidad y enloquecí. Pero enloquecí. Ahí le perdí el miedo, ahí me rebelé, me volví loca. Estuve tres días buscando mis documentos en mi casa sin poder viajar. Tenía que viajar a Uruguay a hacer un trabajo, me sacó los documentos y mi teléfono apareció en el freezer y quedé incomunicada. Fue terrible. Terrible. Fueron días terribles. Me pasa eso, a veces me encuentro con personas que vieron cosas que yo ya olvidé. Sí claro, lo fui borrando.

— ¿Qué consejos le darías al entorno de una persona que está sufriendo como vos sufriste?

— Que no se alejen. Lo que pasa es que la gente se aleja ante esa situación.

— ¿Que insista?

— Que insista, que la tienen que sacar de esa situación. La tienen que sacar del lugar. Aunque ella diga que no, que él es bueno, y venga con el ojo negro.

— ¿Cuánto tiempo tardaste en darte cuenta que lo que estaba haciendo era muy, muy grave?

— Lo que pasa es que fue creciendo. Mira, de lo último que me di cuenta fue de lo económico. Después de que me fui de mi casa descubrí más robos, lo último que me percaté entre tanta demencia. Lo primero que me robó fue la libertad.

"Todo lo que pude construir lo voy a recuperar. Y voy a construir más de lo que yo ya construí, porque esto lo hice yo", manifestó Prandi en la entrevista (Gustavo Gavotti)

"Todo lo que pude construir lo voy a recuperar. Y voy a construir más de lo que yo ya construí, porque esto lo hice yo", manifestó Prandi en la entrevista (Gustavo Gavotti)

— Tengo entendido que te robó además tu primer departamento.

— También hay una causa por eso. Vive el hijo de él. Ezequiel Matías Contardi vive ahí. Ese fue el primer departamento que compré con mi sueldo de soltera, en Libertador y Congreso. Quedé embarazada y estábamos viviendo con Ezequiel, y el padre de mis hijos me dice: vamos a comprar algo más grande. Pero claro, yo había comprado recién ese departamento, no estaba como para comprar algo más grande. El día de la escritura del departamento nuevo como yo estaba trabajando fue él con el poder. La puso, lo supe después, a nombre de su madre y de él ese departamento grande. Y después me dijo: ya que el departamento tuyo de soltera es mío, porque me lo diste como parte de pago vamos a ficcionar una compra/venta así le queda a Ezequiel. Y así Ezequiel con 18 años se hizo acreedor de un departamento. Yo firmé una compra/venta y no me dieron ni cinco pesos. Me casé seis meses más tarde, así te terminas de indignar (risas).

— Finalmente pudiste salir, sin nada. Y te volviste a armar.

— Todo lo que pude construir lo voy a recuperar. Y voy a construir más de lo que yo ya construí, porque esto lo hice yo. Él no puso un peso para lo que yo construí. Es todo fruto de mi esfuerzo, porque a mí nadie me regaló nada. Yo hace 23 años que trabajo y está todo, no tengo nada que ocultar y es todo mérito mío. Y lo voy a aplastar como a una cucaracha.

— ¿En qué te apoyaste para fortalecerte, para volver a tener autoestima bien, para estar contenta?

— Ahora en el amor, más allá de que mis hijos son mi motor diario. Estoy sumamente orgullosa de ellos. Sumamente. A veces digo: algo hice bien. Esto lo hice yo, porque esos chicos los crié yo, no los crió nadie más que yo. Algo fuerte nos une, algo más allá del ADN, tienen estos valores, este corazón. Cuando los escucho hablar, cuando se cuidan y se protegen entre ellos, siento orgullo. Y me refugié por supuesto en el amor de Emanuel. Sí, es muy importante para mí haber encontrado al compañero. Y no es fácil estar al lado mío porque tengo una historia fuerte y hay que lidiar con mi día a día.

— Que es muy difícil. Tenés mucho que hacer en la Justicia todavía.

— Es mucho, y te frustrás, y te enojás. Y por lo general son pasos para atrás en vez de para adelante. Es un rebotar contra el vidrio y volver. Un paso para adelante dos para atrás, así todo el tiempo. Te va desgastando, te va drenando. También es sabido que muchos abogados se dedican a estirar las cosas justamente para desgastarte. Pero no me van a desgastar. Es demasiado lo que me quitaron como para que yo se los deje.

— Te quitaron todo.

— Todo.

— ¿En qué te podemos ayudar?

— En que refresquemos esto. En lo civil, tengo una nueva jueza, tengo toda la esperanza de que trabaje bien, pero que meta segunda. Necesito que sea un poco más expeditiva porque mis hijos crecen, dependen solamente de mí, y la idea es que no se cobre la cuota de alimentos cuando ellos sean adultos.

— Es clave que cuentes lo que atravesaste, si alguien se siente identificado con tu historia tiene que buscar ayuda.

— Es una catarata de mensajes de mujeres cada vez que sale mi historia en algún lado. “Hace ocho años que estoy sin cobrar la cuota de alimentos”. “Me fui de mi casa”. “Si no la escuchan a ella qué nos queda a nosotras”. Lamentablemente las que no se van es porque no saben a dónde irse, no tienen a dónde. Muchas no saben que tienen que hacer la exclusión del hogar, viene la policía y lo lleva.

— ¿Vos no lo sabías?

— Yo no lo sabía. Y cuando a mí me lo dijo mi abogada le dije: es un montón. Rocco tiene 3 años. ¿Cómo va a venir la policía y se lo va a llevar al padre delante de él? ¿Sabés qué? Le hubiese ahorrado tantos otros momentos.

— Es importante que las mujeres que están en esta situación sepan que cuando saliste empezó otra vida, que empezaste a armarte y a recuperaste.

— Sí. Y a la vez, es como que te den un salón enorme y vos digas: y ahora qué hago con todo esto? No sé bailar en un lugar tan grande. Se me venía el techo encima. Sobre todo al principio que tenía un régimen y los chicos se iban con el padre. Los días que me quedaba sola, no sabía qué hacer con mi tiempo. Mis amigas me inventaban planes, me llevaban de prepo. Me costó muchísimo, muchísimo. Y volver a creer que podía encontrar un buen hombre y ser feliz con alguien, costó un montón.

— Hay una frase muy común que dice que el dolor si no te mata te fortalece. ¿Te fortaleció?

— Recontra, sí. Soy fuerte y resisto, y a veces digo: guau, cuánto aguanté, cuánto. Pero también soy muy sensible, tengo mi vulnerabilidad y mi fragilidad, momentos en donde me quiebro y en donde necesito ese abrazo contenedor, que por suerte hoy tengo. Necesito del amor de mis hijos, de mis padres, de mi hermana. Volví a estar en el rol de hija, volví a estar en el rol de hermana. Ahora me permito, cada tanto, no siempre, pedir ayuda.

— Pero ya sabés que todas esas palabras horribles que te dijo se las va a llevar el viento.

— Sabés qué sé, que cuento conmigo. Ahora sé que cuento conmigo. Sé que me tengo.

Funete: Infobae