El hospital más importante del país lleva su nombre.
En el corazón de la Ciudad de Buenos Aires, un hospital lleva su nombre: Hospital de Pediatría Dr. Luis Garrahan. No es un homenaje vacío; representa la vida y la obra de un hombre que dedicó su existencia a mejorar la atención médica de los más chicos.
Luis Garrahan nació en Buenos Aires en 1925 y desde joven mostró un interés profundo por la medicina y, en particular, por la pediatría. Su carrera profesional estuvo marcada por la convicción de que los niños merecen cuidados médicos especializados y accesibles, una visión revolucionaria para su época, cuando gran parte de la atención infantil estaba centralizada en hospitales generales y con recursos limitados.
Durante décadas, Garrahan trabajó incansablemente en hospitales públicos, desarrollando programas de atención pediátrica y participando en la creación de unidades especializadas para enfermedades complejas en niños. Su enfoque no solo contemplaba la enfermedad, sino también la contención emocional de los pacientes y sus familias, algo que en los años 50 y 60 era casi inexistente en la práctica médica argentina.
El Hospital de Pediatría Dr. Luis Garrahan, inaugurado en 1987, es un reflejo de ese legado. Conocido por su alta complejidad en tratamientos y por contar con tecnología de punta, el hospital se convirtió en un centro de referencia nacional para patologías pediátricas complejas. Cada año, recibe miles de pacientes de todo el país y capacita a profesionales de la salud siguiendo la filosofía de Garrahan: la excelencia médica al servicio de la infancia.
Más allá de la infraestructura, lo que distingue al hospital es su espíritu: un lugar donde la innovación, la educación médica y el compromiso social se combinan para garantizar que cada niño tenga acceso a atención de calidad, sin importar su origen. La decisión de llevar el nombre de Luis Garrahan no fue solo un reconocimiento a su trayectoria, sino un compromiso con su misión: mejorar la vida de los niños argentinos, hoy y siempre.

El 24 de septiembre de 1928 marcó un antes y un después en la movilidad urbana de Buenos Aires.