Esto no es un simple escándalo más: es una bomba de corrupción que pone bajo la lupa a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a buena parte de su círculo más cercano.
Hoy te quiero hablar de la Causa Cuadernos. Esto no es un simple escándalo más: es una bomba de corrupción que pone bajo la lupa a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a buena parte de su círculo más cercano. Y la pregunta que hay que hacerse es: ¿cómo pudimos dejar que el Estado y sus funcionarios se convirtieran en una máquina de robar?
La historia arranca con los cuadernos del chofer Oscar Centeno, aquel hombre que, como si llevara el diario íntimo de la corrupción, anotó durante años cada viaje, cada bolso, cada entrega de dinero entre empresarios de la obra pública y funcionarios kirchneristas. Esos cuadernos detonaron una investigación enorme: más de 120 imputados, entre ellos Cristina y Néstor; ella ahora, acusada de ser la jefa de una asociación ilícita que recaudó coimas durante más de una década, entre 2003 y 2015.
Después de años de dilaciones, apelaciones y maniobras judiciales, el juicio oral finalmente arranca este jueves 6 de noviembre de 2025. Es, sin exagerar, uno de los procesos más grandes de la historia argentina. Y lo que revela es espeluznante: una red de sobornos que movía tanto dinero que ni siquiera sabían cómo esconderlo.
Se habla de una cantidad tan obscena de efectivo que, según algunos testimonios, empezaron a cambiar los dólares por billetes de 500 euros para que los fajos ocuparan menos espacio. Imaginate el nivel de desparpajo: no solo se amontonaban bolsos en despachos y departamentos, sino que hasta el valor del euro se movía en el mercado paralelo argentino por esas maniobras. Una economía en negro dentro del Estado.
Pero más allá del morbo de los bolsos y los euros, lo importante es dimensionar lo que eso significa. Con el dinero que se usó para pagar coimas durante esos años, se podrían haber financiado varios presupuestos completos de Educación o sea de las universidades. O sostener durante 30 años al Hospital Garrahan, ese emblema de la salud pública que tanto dicen defender. Entonces, mientras se robaba por arriba, por abajo se recortaban insumos, escuelas, hospitales. Plata que debía ir a los chicos, a los docentes, a los médicos. terminó en valijas de la corrupción kirchnerista.
Y eso es lo que vuelve más grave todo esto: no se trató de un par de funcionarios "avivados". Fue un sistema montado con estructura, con jerarquías, con reglas propias. En la cúspide, la ex presidenta. Por eso la acusación es tan pesada: no por los montos, sino por el modelo. Un modelo donde el poder político y el empresarial se fusionaron para repartirse la caja del Estado.
La fiscal Fabiana León lo dijo sin vueltas: "Este es el caso de corrupción más extenso y profundo de la historia judicial argentina". Y tiene razón. Lo que muestran los cuadernos es la radiografía de un país que naturalizó el robo, el acomodo y la impunidad. Un país donde mientras algunos hacían negocios con la obra pública, otros esperaban meses por un turno médico o un aula sin goteras.
Por eso, cuando este jueves se sienten en el banquillo Cristina y más de un centenar de acusados, no empieza un juicio más. Empieza una oportunidad de verdad: la de demostrar que la justicia todavía puede poner límites, aunque sea tarde.