Analistas La columna de Antonio Ginart

Los gremios y ese olor a naftalina

El Gobierno presentó una propuesta para modernizar las relaciones de trabajo, y la CGT salió enseguida a poner el grito en el cielo. Dicen que es "una amenaza a los derechos conquistados", pero lo cierto es que hace décadas no conquistan absolutamente nada.

Viernes, 31 de Octubre de 2025

Parece mentira, pero en Argentina hablar de una reforma laboral todavía genera más ruido que hablar de inflación o de inseguridad. El Gobierno presentó una propuesta para modernizar las relaciones de trabajo, y la CGT salió enseguida a poner el grito en el cielo. Dicen que es "una amenaza a los derechos conquistados", pero lo cierto es que hace décadas no conquistan absolutamente nada.

Los gremios viven anclados en los años '70, hablando de derechos mientras miles de jóvenes ni siquiera tienen la oportunidad de su primer empleo. Los que deberían defender a los trabajadores se convirtieron en burócratas de escritorio que solo saben firmar paros y manejar millonarios fondos sindicales. No se los escucha hablar de cómo crear empleo formal, ni de cómo ayudar a las empresas a contratar más gente, ni de cómo vincular salarios con productividad. Lo único que proponen es oponerse. Siempre lo mismo: trabar, frenar, resistir.

La realidad es que el mundo cambió. Hoy hay nuevos tipos de trabajo, nuevas formas de producir y competir. Pero mientras tanto, la Argentina sigue discutiendo con la mentalidad de hace medio siglo. Y los resultados están a la vista: más informalidad, menos empleo privado, más pobreza.

Es momento de entender que no se trata de quitar derechos, sino de dar oportunidades. Un sistema laboral flexible, moderno y transparente puede significar más trabajo en blanco, más inversiones y mejores salarios. El problema es que a muchos de esos dirigentes sindicales no les conviene que cambie nada: viven de la crisis, de la dependencia y del miedo de los demás.



Ojalá que esta vez el gobierno logre avanzar, que el Congreso discuta con responsabilidad y que la sociedad entienda que el verdadero derecho no es mantener un sistema obsoleto, sino poder trabajar dignamente. Si seguimos escuchando a los que solo saben decir "no", el país nunca va a salir adelante. Pero si apostamos a construir y a pensar en el futuro, todavía hay esperanza de que la Argentina vuelva a ser un país donde trabajar valga el esfuerzo y el mérito.