El Magistrado se llama Gastón, aunque hace años que nadie lo nombra así. Es el más prolijo del grupo, siempre con saco, aunque el cuello de la camisa le delate el cansancio de Tribunales.
Puntuales como una cita con el destino, los cuatro amigos se encontraron a las siete de la tarde en la vieja cafetería de la esquina. Es un ritual sin interrupciones, una misa laica de café cargado y política recalentada.
Aldo, el dueño, los recibió con una media sonrisa. Hernán, el mozo, no necesitó preguntarles qué iban a pedir: siempre piden lo mismo. Para el Magistrado y el Innombrable, cortado en jarrito; el grandote pide siempre un café con leche con una medialuna, "para aligerar la lengua", y el flaco un café chico bien cargado "porque está en campaña" -aunque nadie sabe para que-
El Magistrado se llama Gastón, aunque hace años que nadie lo nombra así. Es el más prolijo del grupo, siempre con saco, aunque el cuello de la camisa le delate el cansancio de Tribunales. No es juez, pero su firma aparece en más expedientes que la del magistrado titular. "El juez se dedica a vivir la vida, yo a la justicia", dice, con un orgullo que mezcla resignación y vanidad.
Mientras en la tele del fondo, Aldo había dejado un canal local en silencio, mostraban imágenes del presidente Milei en su visita a San Rafael y su recorrida por el microcentro, Gastón fue el primero en romper el silencio.
-Bueno, che, ¿vieron el circo del almuerzo en San Rafael? El famoso encuentro con las Fuerzas Vivas. Si me dan otro discurso así del presidente de la Cámara, pido asilo en Uruguay.
El grandote sonrió, cansado.
-El tipo habló más que Milei. Parecía su cumpleaños. Se quiso hacer ver, más que el presidente, más que el gobernador, más que todos. En vez de discurso, fue una autobiografía con aplausos grabados.
El grandote tiene el aire despreocupado del que siempre está donde hay un negocio. Dice ser asesor legislativo, pero todos saben que su verdadera habilidad es moverse entre pasillos, convencer, torcer voluntades y dejar los sobres bien cerrados. Nadie lo decía en voz alta, pero todos sabían que su celular sonaba más que el del ministro de turno.
El flaco levantó el dedo índice, en gesto de orador.
-Eso se llama "síndrome de micrófono caliente". Lo tienen todos los que no gobiernan, pero quieren que los vean. Se creen estadistas porque los enfocan las cámaras de televisión.
El flaco es, quizás, el más pintoresco. Político profesional desde que tiene memoria, ha pasado por tantos partidos como peñas futboleras. Siempre habla de "la gente", aunque nunca se sabe exactamente cuál. Sus dedos se abren en V cada vez que alguien menciona una elección, un reflejo condicionado de otros tiempos, cuando todavía se creía que las convicciones duraban más que los acuerdos.
El innombrable, que miraba de reojo el televisor, murmuró sin levantar la vista:
-Lo dejaron hablar. Y eso fue lo más inteligente. Lo dejaron lucirse, mientras ellos aún estaban afuera, en lo de ellos. Lo dejaron exponerse. En política, a veces conviene dejar que el otro se hunda solo en su propio ego.
Todos saben su nombre, claro. Pero nadie lo dice. Por eso le dicen el innombrable. No por miedo, sino por respeto a una especie de código tácito: el poder se pronuncia en voz baja. Es el que trae las primicias, las internas, los secretos. "El que sabe", así lo definió alguna vez Aldo. Tiene ese aire enigmático del que parece no opinar, pero al que todos escuchan con atención cuando decide hablar.
El Magistrado retomó el hilo:
-Y el mandamás local. pobre hombre. Se le notaba incómodo, pero con esa sonrisa medida de quien tiene que agradecer, aunque no quiera. Dijo lo justo, un agradecimiento formal, palabras vacías pero prolijas. La incomodidad se le notaba.
El flaco se inclinó hacia adelante.
-Y claro. Está en ese equilibrio imposible: quiere mostrarse institucional, respetuoso de la alianza electoral, pero tampoco quedar muy pegado. Por las dudas y como hizo siempre. Agradece, pero no demasiado. Lo que en política se llama "saludar sin abrazar".
El innombrable levantó la vista del teléfono y cerró Telegram con parsimonia.
-Y ni hablar del alcalde heredero. Se borró. No fue al acto, no almorzó, no posó para la foto, no fue a caminar. Dicen que fue una estrategia, que quiere mantener el espacio radical.
El grandote soltó una carcajada seca.
-¿Espacio radical? Si ese espacio ya está embalsamado, con acta de defunción y todo. Lo que queda es la nostalgia y dos o tres dirigentes que todavía creen que el comité sirve para algo más que para tomar vino con soda.
-En este país-dijo el Magistrado con tono casi solemne-, todos los políticos creen que aún pueden reconstruir lo que ya se derrumbó.
-El poder no se hereda, se administra. Y cuando uno se corre del centro del almuerzo, alguien más ocupa su silla- murmuró el innombrable, con ese aire de quien siempre guarda la última palabra.
El grandote ya estaba encendido, apoyado sobre la mesa con los codos como si fuera a dictar cátedra.
-Te digo una cosa -tiró- es cierto que esta semana había arrancado fulera para el gobierno. El pelado renunciando a la candidatura, los carpetazos, las boletas. un tsunami ¡Hasta el perro del tipo apareció en un expediente! Pero ahora ya se acomodó y hasta se dio vuelta la tortilla.
El Magistrado soltó un bufido mientras revolvía el azúcar.
-Eso no fue casualidad. Si algo aprendí en tribunales es que los carpetazos no caen del cielo, alguien los reparte. Y en este caso, se nota que fue con puntería.
-Bueno, también se buscó el lío - intentó matizar el flaco - Se creyeron más de lo que eran. Pensaron que podían jugar como ellos querían, que todo les resbalaba. y ustedes saben cómo termina eso.
-El problema no fue el pelado -dijo con calma el innombrable, casi con tono docente-. El problema fue que lo dejaron solo demasiado tiempo, sin estructura. Lo largaron a pelear contra todos, para defenderse y no supo hacerlo. Después lo sacrificaron en silencio. Un clásico.
Los otros tres asintieron. Sabían que, cuando el innombrable hablaba, convenía no interrumpirlo.
Hernán, el mozo, apareció con la bandeja, dejó otra ronda de soda en la mesa y aprovechó para meter cuchara:
-Igual, después se acomodaron, ¿no?
Los cuatro lo miraron como si hubiera dicho una herejía, pero él continuó:
-Digo. con lo del dólar, con los gringos, con los bonos. parece que zafaron.
El grandote se rió con ganas.
-Zafar es la palabra exacta, Hernán. Fueron a buscar aire, enchufaron pesos y volvieron con dólares. Pero en política, zafar también es ganar tiempo. Y tiempo es poder.
El Magistrado, que tenía una libretita donde anotaba todo lo que escuchaba -costumbre profesional-, murmuró:
-El dólar controlado, los yankis bancando y la city en silencio. eso ya es media victoria. Por unos días, al menos.
El flaco aprovechó para pegar su discurso de campaña.
-A ver, muchachos. el país necesita previsibilidad. Que no se asuste el mercado ni el votante. Lo que pasó fue una jugada de contención. Nada heroico, solo eficiente y momentáneo.
-¿Eficiente y momentáneo? -saltó el grandote- ¡Por favor! ¡Si encima ustedes lo que tiraron para salvar la semana fue al impresentable ese que encabeza la lista! Un tipo que fue montonero y todavía no puede decir si en Venezuela hay o no hay dictadura. ¡eso no es un candidato, es un fósil!
El Magistrado levantó una ceja.
-Y, sin embargo, ahí está. Primero en la lista. El peronismo tiene ese don: se autoinmola y a la vez sobrevive.
El innombrable dejó el celular sobre la mesa.
-No subestimen al impresentable -dijo, con voz baja pero firme-. No es simpático, no es muy inteligente, pero tiene lealtades viejas y memoria larga. En una elección pareja, eso pesa más que la imagen.
-Lo conozco - dijo el flaco y sonrió con gesto de viejo zorro- Lo vi en muchos actos. Es el tipo que te habla una hora sin decirte nada, pero te convence de que lo escuches otra hora más.
El grandote chasqueó la lengua: -Eso no es política, flaco, es hipnosis -
Hernán se retiró con la bandeja vacía, murmurando algo sobre "los mismos de siempre", y Aldo, desde la barra, los observaba como quien mira una obra repetida.
La charla venía pesada. El aire del café estaba denso, como si el humo de los cigarrillos imaginarios de otros tiempos aún flotara en el techo.
-Che, y lo de Florencio Varela. ¿vieron eso? -dijo en voz baja el magistrado, como si estuviera por revelar un expediente reservado.
-¿Cómo no lo vamos a ver? Si no se habla de otra cosa. -le respondió el grandote -Al principio todos los opositores le cayeron al gobierno por el tema de la seguridad, diciendo que esto era "la muestra del desgobierno total" y que Milei había dejado las calles liberadas. pero cuando empezó a saltar la rosca, se fueron guardando rapidito.
El flaco asintió con una sonrisa amarga.
-Y sí. porque no era solo un triple crimen narco. Era un triple crimen con conexiones. Y esas, amigo, duelen más que las balas.
El innombrable giró la taza lentamente entre sus dedos, sin mirar a nadie.
-El problema no es la sangre en la casa -dijo con voz grave-, el problema es la sangre que mancha los sellos de los despachos. Cuando aparecieron los vínculos con la municipalidad de La Matanza, ahí se terminó el discurso. Todos empezaron a hablar más despacio.
-¡Y claro! Si están todos sucios-dijo el grandote abriendo los brazos- La segunda del gordo del sindicato de docentes es la dueña de la casa, una funcionaria de la muni es la que alquila y su hija es la principal apuntada, la que limpió la escena, la que lavó la sangre. una locura. Eso no es política, eso es crimen organizado con membrete institucional.
-Y pensar que cuando yo empecé en tribunales todavía existía la idea de "delito común" y "delito político". Ahora es todo lo mismo. El expediente de uno termina en el despacho del otro. -reflexionó el magistrado frunciendo el ceño.
-Porque el Poder, querido Gastón -intervino el flaco, señalándolo con la cucharita-, no distingue entre ideologías cuando se trata de cubrirse. Ahí no hay Milei, ni peronismo, ni progresismo: hay miedo. Miedo a que se rompa la cadena y alguien hable.
El innombrable soltó una pequeña risa nasal.
-Nadie va a hablar. Ya lo están tapando. La prensa, los fiscales, los intendentes, todos. Hay un pacto tácito de silencio. El caso va a durar lo que tarde en aparecer otro escándalo.
El grandote golpeó la mesa, indignado.
-¡Pero esto es gravísimo, viejo! Una red narco metida en el Estado municipal y con funcionarios metidos hasta el cuello. y todavía tienen el descaro de salir a dar discursos sobre ética.
-La ética, en la política argentina, es como el postre en los casamientos: se menciona, pero nadie se acuerda de comerlo -cerró el flaco y se encogió de hombros.
Hernán, que no pudo evitar soltar una sonrisa al escucharlo, aprovechó para retirar las tazas vacías.
La noche ya había pasado su punto álgido. La televisión estaba apagada y Aldo se apoyaba en la barra, observando a los cuatro amigos como si fueran un experimento de largo aliento.
El grandote, con su sonrisa de conspirador, dejó caer la siguiente bomba:
-Muchachos. hay algo que me tiene intrigado -dijo, inclinándose sobre la mesa-. Esto es delicado. Hay polémica con una billetera virtual, sí. y con beneficiarios de planes y asignaciones de la ANSES.
El flaco alzó las cejas, mientras revolvía su café.
-¿Polémica? Contá, che.
El grandote hizo un gesto teatral, señalando al innombrable, que lo miraba con esa mezcla de paciencia y superioridad que solo él sabe tener.
-Pero, ojo, esto lo sabe él, no cualquiera. -El grandote se encogió de hombros-. Contanos, la cosa está turbia.
El innombrable apoyó el codo sobre la mesa, juntó los dedos como si jugara ajedrez y, con voz pausada, dijo:
-La cosa es así, muchachos. Muchos beneficiarios optaron por recibir los pagos de sus planes y asignaciones a través de esa billetera virtual, porque les da una cierta renta con el dinero siempre disponible. Otros no, pero los pasaron de prepo a cobrar por esa vía. Cuando hicieron el reclamo para volver a la cuenta bancaria, el dinero fue retirado de la billetera. pero no volvió a manos del Estado ni la tiene el beneficiario.
Gastón frunció el ceño y tomó aire.
-Perdón. ¿dónde quedó esa plata entonces?
-Tampoco dice tenerla la billetera virtual. Es decir, se quedó en un limbo virtual. Nadie la tocó, nadie la controla. y mientras tanto, el sistema dice que está "en proceso". Y es mucha plata - respondió el innombrable, haciendo las comillas en el aire con cuatro dedos.
-¿Y cómo no explotó esto en la prensa ni la oposición lo presentó como escándalo? -repreguntó Gastón.
El flaco se rió con sorna. El innombrable lo miró, serio, con esa mirada que obliga a escuchar.
-Porque nadie quiere mirar en ese limbo, Gastón. Nadie. Es incómodo, confuso. y el político que levante la bandera se va a quemar solo. La gente habla de inflación, de tarifas, de dólar. pero del limbo virtual, pocos quieren saber.
-Además -aportó Hernán, que seguía parado junto a ellos y atento a la charla- Ellos jamás entendieron de números.
Las carcajadas de los amigos y Hernán hicieron vibrar los ventanales de la Cafetería. Gastón anotó algo en su libreta y el grandote asintió, como aprobando la sentencia.
-Es como todo, muchachos. Siempre hay un espacio gris que nadie quiere iluminar. Y mientras tanto, la plata flota en el aire. como fantasmas.
El flaco sonrió y levantó su vaso.
-Bueno, eso nos deja una certeza: mientras haya limbos virtuales, mesas como esta seguirán existiendo.
El innombrable se levantó y dijo, casi para sí:
-La política y la vida real se parecen mucho: todo parece ordenado, pero siempre hay un limbo que nadie quiere tocar.
El grandote se recostó en la silla, el Magistrado cerró su libreta, Hernán dejó la última taza sobre la barra y Aldo los miró, sonrió y apagó la cafetera.
Afuera, la noche de jueves envolvía la ciudad. Adentro, la mesa seguía viva en el recuerdo de los que discutían, calculaban, desconfiaban. y todavía, a su manera, entendían un país que nunca dejaba de sorprenderlos.